Mariluz Avestruz tiene una magnífica cola. Por la noche, para no aplastarla duerme con la cabeza enterrada y con la cola al aire libre. Una mañana, al despertar, estira el cuello y siente que su cabeza no se mueve. Mariluz patalea, dobla las rodillas, menea la cola y tira, tira, y tira... pero su cabeza está atrapada y de ahí no se mueve. Si quiere soltarse, no tendrá más remedio que pedir ayuda.
Con reminiscencias de un antiguo cuento ruso de Alexei Tolstoy, confirma que el poder reside en la asociación y en el trabajo en equipo.